Monday

Las horas meciéndose despacio – hacia atrás, hacia adelante, hacia atrás, hacia adelante – alrededor de los zapatos que esperan bajo la mesa. El café frío, el café malo, el café que no es café colombiano. El rostro mira la pantalla, los ojos no miran nada. El jefe entra a la oficina, su voz es gorda. Su cabeza calva. Nos paga porque necesita amigos, alguien me dijo alguna vez. El cuenta un chiste y toca mi hombro. Arde. Me río. La tarde se vuelve tan larga como un viaje a Medellín. Me gusta pensar en Medellín en español, es mas mío, como las palabras guayacán amarillo. Algo se mueve dentro de mi cuerpo, como una ola, como un tren con alas que choca contra la piel. Después, el caos de flores amarillas, café frío, palabras en español, regados por el piso. ¿Qué paso con la niña colombiana? El jefe pregunta. Nadie sabe. Son las cuatro de la tarde.

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