Tengo Miedo

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Los perros no ladraron cuando toqué el timbre.

Luego vino un poco más de silencio, los pasos acelerados de mi mamá acercándose a la puerta, la perilla rechinando, mi prima cabizbaja en el comedor.

– Quédate con tu prima – me dijo evitando que sus ojos rojos chocaran con los míos, luego se volteó hacia mi hermano – tú, llévame al hospital.

Me senté junto a ella cuando nos quedamos solas, pasé mi brazo por sus hombros. Su madre de nuevo en el hospital, semanas de drogas inservibles, vómitos, miedos, la muerte rondando en los pasillos de la casa a diario y yo sin saber qué decirle, sin saber qué decirme ni a mi misma…

Me pidió que habláramos de otras cosas, que le contara de mis nuevas historias de amor. Le sonreí a ese romanticismo que se lleva en el corazón en la adolescencia y comencé a hablar, incluso inventé un poco para hacerla feliz.

Pero el miedo no se fue, aun no se ha ido. Se quedó escondido en aquel rincón oscuro que siempre tiene el alma pensando en los perros que ya no ladraban cuando sonaba el timbre…

 

Silencio que habla

Me desperté muy temprano para ir a una charla sobre la metáfora en la poesía. A las 2 de la tarde llegué a mi casa tan cansada que caí dormida frente al televisor.

Soñé que estaba en una lectura de poesía junto a Amigo Inocente. Sin saber cómo explicarlo, pues los sueños son una realidad bastante extraña, empezaba a sentir que algo malo se aproximaba.

– Tengo miedo – le decía mirándolo a los ojos

– No te preocupes amiga, todo estará bien

Yo sabía que no sería así.

Él también lo presintía y me abrazó muy fuerte, yo sentía que sus brazos alrededor me protegían, me quitaban el miedo. Pero después de algunos segundos esos brazos se tornaron muros que no me dejaban salir, que me asfixiaban.

Cuando lograba escapar del abrazo, la tierra empezaba a temblar y sin tener tiempo de reaccionar, un viento huracanado me levantaba en el aire y me llevaba lejos de allí, tan lejos que no sabía si algún día podría volver.

Allí fue donde entendí que la metáfora no sólo está en la poesía, pues quebrando con la tiranía de la razón, son los sueños metáforas de la vida misma.

Supe entonces que todo iba cambiando.

Sentarse a escribir

Las uñas a medio pintar

tantean con inseguridad
el lapicero negro
mientras el zapato
tiembla
una,
dos,
tres veces
Ella escribe incoherencias
y él mira la hoja en blanco
que se quedará blanca
como el vacío
vacío
Las sombras pensantes
los lapiceros que corren
una voz negra del «no podrás»
y ella,
que soy yo,
duda
tiembla
escribe
tacha
tumba bosques
y agarra ese cuaderno
con tanta fuerza
que sus dedos
de uñas a medio pintar
dejan marcas
junto a las sombras
El tiempo congela palabras en el aire
las quiere para él
las esconde tras dudas y miedos
El poema se detiene
tiene miedo
a ella
que soy yo

Un viejo y curioso escrito

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Ya estoy harta de aquel problemita con los cocteles y el alcohol. Son demasiadas las madrugadas en las que no puedo dormir por culpa del remordimiento que trabaja, junto al hígado, a altas horas de la noche.

Es que yo digo, si encontrara utilidad alguna en estas noches, si un cuento asomara su cabeza disimuladamente por las esquinas de un pasillo y me gritara: “¡Oh! Aquí estoy, inténtame atrapar”, pues bueno, yo diría que mi noche tendría sentido alguno. Pero estar sentada frente al teclado y saber que lo único que sale de la punta de tus dedos contra las teclas es pura basura, no es muy placentero. Es que, no sé, me gustaría que apareciera un personaje parado justo a mi lado. Ya sé, sentémoslo, ¿quién dice que no puedo?

Pero… ¿quién sería?

– Quien tú me quieras hacer

– Ay, tan simple lo haces ver, querido amigo, pero si ayudaras un poco, sería genial.

– Soy tu creación, me siento a tu lado porque tú me lo ordenas, me despiertas del mundo de lo aun no escrito y ahí está tu reto, hacer que mi despertar valga la pena.

– Que tu despertar valga la pena… Que interesante muñequito eres tú, curioso sin lugar a dudas. Pasa por mi cabeza volverte un ser azul, una galleta navideña, el joven de las paredes rojas, un coctel de puro tequila, pero es patético todo aquello.

– Definitivamente patético, hazme algo más grande y poderoso

– ¿Dios?

– No me hagas reir… tú jamás podrías con Dios como personaje.

– ¿Un fantasma?

– Si te aguantas mi presencia fantasmagórica, porque de hecho comenzaré a existir cuando lo digas, entonces me sentaré justo a tu lado, si quitas ese libro del sofá, y te hablaré de cómo morí asesinado.

– No, sabes qué… Mejor no. Vas a ser, vas a ser…

El ser sin definición se sienta a mi lado, luego de quitar el libro que le impedía sentarse allí, esperando saber quién será. Monta ambos pies al sofá, sin pensar que mi madre se pondrá furiosa cuando vea las pequeñas manchas que han dejando sus pies, y me mira, esperando.

– Serás, yo misma.

– ¿Ah?

– Si, yo tampoco lo entiendo a la perfección aun, déjame procesarlo.

– Pero, antes que lo proceses y me tornes en otra tú, déjame preguntarte algo. Si la soledad y el desocupe llenan de vacíos tu alma esta noche, ¿qué te hace pensar que tener otra tú, que este igualmente llena de vacíos de una madrugada como esta, te hará sentir mejor?

– ¡Confundes todo! Quédate más bien callado, o callada, aun no me queda demasiado claro.

(Es que claro, además de creados por uno, salen exigentes… ¡no, no, no!)

– Ey!! Deja de mirar lo que escribo!

El ser, o como bien diría mi profesora de filosofía, el ente, cruza los brazos y alzando la ceja, da media vuelta. Ahora me da la espalda, claro, mi misma creación ahora me da la espalda, me encanta el apoyo incluso de los personajes de una obra que no quiere surgir.

Mejor me voy a dormir, esto de ser escritora requiere de excesiva psicología barata.

Les habla la gripa

Dadas las circunstancias, tengo el deber de presentarme.
Mucho gusto queridos lectores de este espacio, soy la gripa hablando. Lamento informarles que Ausencia se ausentará por unos días (que curiosa redundancia…) dado que he encontrado bastante entretenido ocupar su cuerpo y divertirme un rato.
Hasta que no encuentre otra víctima más interesante que esta flaca y pálida niña, me quedaré aquí. Ya llevo 4 días, ¿saben? y la pobre no ha hecho más que gastarse cajas enteras de pañuelos, estar en cama viendo las repeticiones de Dawson’s Creek y Friends tres veces al día (si, los dan 3 veces al día… incluso 4 si se está despierto hasta muy tarde), tomar sopa caliente y esperar que el asunto no se transforme en dengue. Y yo, bueno.. yo me he reído 🙂
Ya ni su gato se le quiere acercar de a mucho, su hermanito menor ya la llama «Apestosa», alguna amiga la tiene asustada de tanto insistirle que la fiebre muy alta mata muchas neuronas y, para acabar de ajustar, la tengo a dos días de perderse el concierto de Fito Páez.
Ay! la vida es TAN linda para mí que no tengo ningún afán de irme!
En fin, fue un placer conocerlos.

ATT: Dra. Gripa PhD