Ya estoy harta de aquel problemita con los cocteles y el alcohol. Son demasiadas las madrugadas en las que no puedo dormir por culpa del remordimiento que trabaja, junto al hígado, a altas horas de la noche.
Es que yo digo, si encontrara utilidad alguna en estas noches, si un cuento asomara su cabeza disimuladamente por las esquinas de un pasillo y me gritara: “¡Oh! Aquí estoy, inténtame atrapar”, pues bueno, yo diría que mi noche tendría sentido alguno. Pero estar sentada frente al teclado y saber que lo único que sale de la punta de tus dedos contra las teclas es pura basura, no es muy placentero. Es que, no sé, me gustaría que apareciera un personaje parado justo a mi lado. Ya sé, sentémoslo, ¿quién dice que no puedo?
Pero… ¿quién sería?
– Quien tú me quieras hacer
– Ay, tan simple lo haces ver, querido amigo, pero si ayudaras un poco, sería genial.
– Soy tu creación, me siento a tu lado porque tú me lo ordenas, me despiertas del mundo de lo aun no escrito y ahí está tu reto, hacer que mi despertar valga la pena.
– Que tu despertar valga la pena… Que interesante muñequito eres tú, curioso sin lugar a dudas. Pasa por mi cabeza volverte un ser azul, una galleta navideña, el joven de las paredes rojas, un coctel de puro tequila, pero es patético todo aquello.
– Definitivamente patético, hazme algo más grande y poderoso
– ¿Dios?
– No me hagas reir… tú jamás podrías con Dios como personaje.
– ¿Un fantasma?
– Si te aguantas mi presencia fantasmagórica, porque de hecho comenzaré a existir cuando lo digas, entonces me sentaré justo a tu lado, si quitas ese libro del sofá, y te hablaré de cómo morí asesinado.
– No, sabes qué… Mejor no. Vas a ser, vas a ser…
El ser sin definición se sienta a mi lado, luego de quitar el libro que le impedía sentarse allí, esperando saber quién será. Monta ambos pies al sofá, sin pensar que mi madre se pondrá furiosa cuando vea las pequeñas manchas que han dejando sus pies, y me mira, esperando.
– Serás, yo misma.
– ¿Ah?
– Si, yo tampoco lo entiendo a la perfección aun, déjame procesarlo.
– Pero, antes que lo proceses y me tornes en otra tú, déjame preguntarte algo. Si la soledad y el desocupe llenan de vacíos tu alma esta noche, ¿qué te hace pensar que tener otra tú, que este igualmente llena de vacíos de una madrugada como esta, te hará sentir mejor?
– ¡Confundes todo! Quédate más bien callado, o callada, aun no me queda demasiado claro.
(Es que claro, además de creados por uno, salen exigentes… ¡no, no, no!)
– Ey!! Deja de mirar lo que escribo!
El ser, o como bien diría mi profesora de filosofía, el ente, cruza los brazos y alzando la ceja, da media vuelta. Ahora me da la espalda, claro, mi misma creación ahora me da la espalda, me encanta el apoyo incluso de los personajes de una obra que no quiere surgir.
Mejor me voy a dormir, esto de ser escritora requiere de excesiva psicología barata.