Hoy, mientras caminaba por la ciudad buscando un banco para pagar cuentas pendientes, me puse a pensar en mí misma. Suena extraño, pero es que siento que quizás he olvidado quién soy.
Antes de irme de casa, hace ya dos años, tenía una idea de cómo definirme, tenía algunos parámetros, sabía que era una niña juiciosa, buena lectora, un apoyo para mi madre cuando la casa se tornaba en un caos. Sabía además que quería ser escritora, incluso nóbel, que estaba en contra de muchas cosas en el mundo, que casi nunca decía mentiras. Mi mamá, siendo psicóloga, no dejaba de afirmar que mi estado de salud mental no podía ser mejor, «estás lo suficientemente loca para afrontar al mundo, pero lo suficientemente cuerda para no dejar a un lado las responsabilidades»
Ahora, después de dos años de soledad, de caos, de salir de casa y cambiar de ciudad, no sé si aun sigo siendo alguna de aquellas cosas que me hacían sentir tan bien. Aunque sigo negándome a aceptar a un mundo cuadriculado y aburrido, esto, a mi edad, ya no parece estar tan bien. Mi mamá, lo siento a veces cuando hablábamos por celular y le cuento mis historias, no parece estar tan orgullosa de aquella niña que creía haber criado.
¿Quién creo que soy ahora? Bueno, son varios elementos los que siento que me definen en principio.
Distraída, elevada, ausente del mundo real.
Ayer en la noche no había nadie en casa, entonces entré a la cocina y me hice una comida deliciosa. Comí junto al computador y cuando terminé, sencillamente dejé el plato junto a a mí y seguí chateando. Pasó casi media hora y me empezaron a picar los ojos, intenté ignorarlo, pero a los 10 minutos ya sentía que no podía ni ver. Me asusté y levanté la cabeza del computador, ¡toda mi casa estaba llena de humo! No se podía ver nada, corrí a la puerta del apartamento buscando ver si era el edificio el que se incendiaba, pero no. Entonces lo recordé, jamás había apagado el aceite de las papás… La cocina estaba llena de humo, la olla estaba rostizada. Durante media hora la cocina había estado a punto de arder en llamas y mi casa se había llenado de humo, que estaba justo al lado, ¿cómo no me había dado cuenta?
Hace más o menos dos semanas algo similar sucedió; en un momento de distracción dejé el gas prendido en la noche. A las 7 de la mañana el citófono no paraba de sonar, furiosa e indignada por el atrevimiento del portero de llamar a esas horas de la mañana, me levante a contestar. El portero me comentó que varios vecinos andaban diciendo que un olor a gas llenaba todo el edificio, entonces lo sentí. Corrí al horno y efectivamente el gas se había quedado abierto. El olor a gas impregnaba toda la casa, tuvimos que abrir puertas y ventanas para que saliera… ¿cuánto pueden vivir 3 personas en una casa llena de gas?
y entre olvidar entregar trabajos, pagar la luz, perder 3 celulares en 4 meses, dejar dos días seguidos el cable del computador portatil conectado en la universidad, olvidar lavar la ropa, perder documentos importantes, ¿qué más puedo hacer sino aceptar que esto me comienza y termina por definir?
Incapaz de estar en silencio, miedo a la excesiva soledad.
Antes era feliz estando sola, en un pequeño apartamento lleno de hermanos hombres escandalosos y primos que parecían vivir allí, todo momento de soledad era apreciado con el alma. Me podía encerrar por horas en mi pieza a escribir, leer o sencillamente pensar, en silencio, en soledad. Ahora es diferente, la soledad es lo común, hablar con las paredes y conmigo misma cuando camino por las calles, es algo que ya hago por inercia. Amigo Inocente siempre me dice que hay una canción que siempre le acuerda a mí:
Me
Talking to myself in public
Dodging glances on the train
I know
I know they’ve all been talking ‘bout me
I can hear them whisper
And it makes me think there must be something wrong
With me
Out of all the hours thinking
Somehow I’ve lost my mind
Pero entonces, con aquel miedo a terminar loca de soledad, busco desesperadamente huir de todo esto. Música siempre sonando duro en mi casa, todo lleno de gente que aunque no esté segura de que sean mis verdaderos amigos, al menos llenan espacios, al menos me permiten hablar con alguien real. Ahora, ya no me gusta la soledad, me da miedo, me da miedo el silencio, me da miedo que yo y yo estemos juntas demasiado tiempo.
Nada profundo en la cabeza, mariposas.
Quizás las categorías se estén tornando un poco duras conmigo misma, pero esa es la realidad que observo y este punto es que el ha llegado a mi cabeza hoy en la mañana. Realmente estaba en el baño, puse el CD que grabé hace poco para no bañarme en silencio y comencé a dejar la mente divagar. Estaba pensando en Pelo Largo y la manera en que lo usé para quitarme la soledad, en Amigo Inocente y el asustador hecho de creer estar enamorándome de él cuando el sólo me ve como una amiga, como su hermana, y en general, en pendejadas por el estilo. Entonces quedé paralizada, ¿hace cuánto sólo pensaba en amores? ¿desde cuándo mi cabeza sólo se llenaba de asuntos vagos y vacíos?
Ayer, luego del casi incendio de mi casa, la Niña con la vivo llegó con varios amigos. Luego de superar el asunto del humo, nos pusimos a hablar de comunicación social y de cómo esta carrera nos permite no hacer nada en todo el semestre. Entonces, Niña afirmó: «Ustedes no se imaginan lo sorprendente que fue ver a Ausencia estudiando este fin de semana, durante todo el tiempo que llevamos en este apartamento jamás la había visto sentarse a hacer un trabajo» Dentro de mi cabeza, mientras reía por fuera, pensaba «Ni tampoco leer un libro, hacer algo constructivo, meterle el alma y corazón a algún trabajo…»
¿y mi sueño de ser escritora? Olvidado en un rincón.
Yo no era así.
Pisando mi autoestima, andando cabizbaja.
Cuando llegué a esta ciudad, dentro de mi cabeza nadie era mejor que yo. Venía de la mejor ciudad del mundo, con las notas más altas, con una beca y una personalidad chispa, sociable y alegre, llegué con la cabeza alta, mirando de frente a los ojos de todo el mundo.
Ahora se me ha pegado aquel frío que llena a la gente de esta ciudad, aquel que se pega a la piel, a las manos, a la boca, al alma, a la personalidad y congela la sonrisa. Ya camino mirando a mis pies, evito mirar a los ojos a la gente por miedo a que sean ladrones de las grandes ciudades y ya no siento tan maravillosa, tan súperpoderosa.
«Eres una desordenada, nunca llegarás a ningún lado» me dice mi jefa del trabajo, yo asiento.
¿y mi fe?
Siendo católica de corazón, alma y crianza, hay que cosas que ahora me cuestan mucho más. En mi vida, por más increíble que peuda sonar, jamás falté a una misa un domingo. Las dos semanas pasadas hacía frío, el camino a la iglesia más cercana se hacía eterno y el imaginarme en esa banca, intentado hacer que mi saco me calentara más, me terminarón por convencer de quedarme en mi camita caliente, andando por facebook y haciendo nada útil.
Ahora Dios no me parece tan claro, tan real, tan palpable… ¿qué pasa?
¿Qué sigue aún?
– Sigo sin poder durar con un novio más de una semana, sin creer realmente en el amor y sin tragarme profundamente de alguien.
– Sigo sin entender lo de las amistades inocentes
– Todavía amo las gomas de osos jaja
– Aun no entiendo por qué la luna me persigue
– Sigo adorando con el corazón a mis amigas del colegio, a Maravilla, a Pokemon y a Tily.
– Sin remedio, sigo amando las comedias románticas y a Friends.
(Canción del día: Beautiful Mess – Jason Mraz)