Adiós

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Llevas nueve meses dentro de mí, siendo parte de las sonrisas y esquivando conmigo los agujeros infinitos. Es tan difícil dejarte.

No es fácil explicarle a los demás que dejarte ir es como quererme ir contigo. No sirve de nada esconderte dentro de mi mesa de noche y fingir que no es estás.  No sirve poner la sonrisa tiesa cuando les digo a los demás que pronto pasará. Mi cuerpo quiere correr lejos de mí.

No te quiero de vuelta, pero ¿cómo hago para quererme a mí de vuelta cuando no estás tú?

Intento convencerme de que es normal, es normal que el corazón lata dos veces en vez de una, que el cuerpo esté siempre temblando por dentro, que sienta que las paredes de la casa me encierran y me ahogan, que solo quiera llorar. Sé que todo se habrá ido en una semana, los temblores y las paredes.

Sé que contigo se irán también otros adioses pendientes.

Pero hoy quisiera que alguien se quedara a mi lado mientras te veo partir. Así no entendiera por qué estoy más callada o por qué soy incapaz de decir que necesito alguien a mi lado para decir adiós. Que me coja la mano y me ayude a moverla de un lado a otro, de un lado a otro, de un lado a otro… hasta que ya no estés.

Quédate

with you it is different

Cuando me reencontré contigo estaba desbaratada. Tú no tenías afán, eso me dijiste.

Tenías todo el tiempo del mundo para caminar alrededor mío, recogiendo uno a uno los pedacitos. Los tristes, los que tenían miedo, los que querían correr.

Me fuiste armando de nuevo, pieza por pieza. Luego, me abrazaste tan fuerte que todas las piezas flojas comenzaron a hacer parte de mí una vez más.

Quédate. Quédate a mi lado muchos meses más.

Tres semanas en Bath

IMG_20140921_160924Quisiera que entendieras, cuando te digo que hay algo diferente en la manera en la que la luz rebota contra las cosas, en la que el viento levanta las hojas marrones del suelo. La conexión a Internet, que siempre nos falla, no me alcanza para describirte las calles de este pueblo mágico, en cuyas las montañas encuentro castillos y en una esquina me tropiezo con la casa de Jane Austen. A veces, o casi siempre, me cuesta recordar que no estoy soñando.

Ya te lo he dicho miles de veces, pero te quiero contar otra vez que mi casa parece sacada de un cuento, con su forma triangular, su túnel de árboles para llegar a la puerta y la chimenea asomándose en el punto más alto del techo. Mi universidad es un castillo y por las noches, cuando ya se han acabado las clases, me voy a recorrer las escaleras de madera, las puertas que no llevan a ningún lugar, la sala a la que se supone que no podemos entrar.

Te he dicho mil veces, pero quiero que tengas la certeza de que llegará el día en el que te podré tomar de la mano y llevarte a cada lugar; a las calles, los caminos, los castillos, a esa esquinita de mi cama donde podremos volver a dibujar nuestra pequeña ciudad.

Querida Martina

Martina

Aunque aún no me conozcas, quiero contarte que estuvimos sentadas una al lado de la otra durante casi ocho meses, mientras tú ibas creciendo en la pancita de tu mamá. Fue increíble tenerte allí al lado; evitábamos decir malas palabras y cada pocos minutos oíamos cómo tu mamá de repente se acariciaba la panza y te decía: te quiero Martina, te quiero mucho.

Quiero que te imagines un poco cómo era ese lugar donde estuviste los primeros meses de tu vida. Trabajábamos en una gran oficina llena de computadores de todos los colores y tamaños. El trabajo de tu mamá y mío era crear campañas para vender más café, pero había un problema: ella no podía tomarse ni una gota, porque aún no sabíamos si a ti te gustaría.

Uno de los momentos más mágicos que recuerdo fue una tarde a finales de mayo. Yo me sentía un poco triste, por cosas que en algunos años comenzarás a vivir (pero aún no te debes preocupar por eso). Tu mamá de repente tomó mi mano y la puso en su pancita. En ese momento, y como si fueras una gran karateka, pegaste una patada y pude sentir tu pie. Ambas quedamos boquiabiertas, acabábamos de presenciar un milagro. ¡Me imagino que tú no podías parar de reír, del susto que nos habías pegado!

Querida Martina, quiero contarte que tendrás una familia increíble. Llevo muchos meses oyéndolos buscar el color perfecto para tu habitación y soñar con la cuna más linda que pudieran comprar. Incluso me contaron que a tu papá y a tu mamá les tocó pintar tu cuarto dos veces, porque el primer color no resultó nada bonito.

Tienes mucha suerte, chiquita. Naces en una familia que te esperó y te quiso con todo el corazón desde el momento que supo que venías. Tu mamá te quiso con el alma, con los pies hinchados, subiendo mil escaleras para una reunión y con varios meses encima sin poder dormir. Incluso dicen por ahí que eres un pequeño milagro, pero esa historia se la deberás preguntar a mamá.

Te advierto que tendrás una mamá un poco elevada y algo descachada, pero con una habilidad que encuentras en muy pocas personas: la de querer con todo el corazón. Deberás entenderla al principio, porque eres su primera hija y es probablemente que no tenga ni idea qué hacer. Pero eso está bien, irá aprendiendo y seguramente te hará reír toda la vida.

Algún día me encontraré contigo y te diré Ay qué grande estás, Martina y tú no tendrás idea quién soy, pero no importa. Solo quiero que sepas que fue todo un placer conocerte.

Que no se te olvide querer bonito

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Solo te pido que no se te olvide llegar cargando torpemente dos tazas de café y sentarte en la esquina de su cama para despertarla. Que no se te olvide decirle que se ve hermosa en las mañanas, a pesar del pelo desordenado y la piel dormida.

Que no se te olvide mirarla sonriendo cuando actúa como una niña chiquita y cree que nadie más la ve. Que no se te olvide apretarle la mano cuando sepas que tiene miedo o acariciarle la panza cuando lleguen los días de cólico. Que no se te olvide quererla cuando sospeches que quiere llorar.Que no se te olviden los besos en la frente, escribir cartas de amor, escuchar con cuidado las cosas que la hacen feliz, recordar esa canción que la pone a reír cuando está un poco triste.

Aunque yo me haya ido, solo te pido que no olvides cómo querer bonito a aquella que inevitablemente algún día ha de llegar.

Gracias

Por aparecer en el momento justo y entender que necesitaba un amigo, un abrazo, alguien que me escuchara llorar.

Por no cambiar de tema, no hablar de ti unos segundos y arrancarme con las uñas esta soledad que duele tanto, este dolor que no se quita aunque los meses pasen…

Por limpiar las paredes de mi alma de recuerdos sucios y gastados y fingir que nos conocemos de toda una vida. Por olvidar que hace apenas 2 semanas me sé tu nombre y aún así tratarme como a tu hermana menor.

Y puede que no seamos amigos para siempre, que después de un tiempo no nos volvamos a ver… Pero no olvidaré como anoche me dijiste:

«Tranquila, si quieres puedes llorar»

Les habla la gripa

Dadas las circunstancias, tengo el deber de presentarme.
Mucho gusto queridos lectores de este espacio, soy la gripa hablando. Lamento informarles que Ausencia se ausentará por unos días (que curiosa redundancia…) dado que he encontrado bastante entretenido ocupar su cuerpo y divertirme un rato.
Hasta que no encuentre otra víctima más interesante que esta flaca y pálida niña, me quedaré aquí. Ya llevo 4 días, ¿saben? y la pobre no ha hecho más que gastarse cajas enteras de pañuelos, estar en cama viendo las repeticiones de Dawson’s Creek y Friends tres veces al día (si, los dan 3 veces al día… incluso 4 si se está despierto hasta muy tarde), tomar sopa caliente y esperar que el asunto no se transforme en dengue. Y yo, bueno.. yo me he reído 🙂
Ya ni su gato se le quiere acercar de a mucho, su hermanito menor ya la llama «Apestosa», alguna amiga la tiene asustada de tanto insistirle que la fiebre muy alta mata muchas neuronas y, para acabar de ajustar, la tengo a dos días de perderse el concierto de Fito Páez.
Ay! la vida es TAN linda para mí que no tengo ningún afán de irme!
En fin, fue un placer conocerlos.

ATT: Dra. Gripa PhD