Mes: noviembre 2010
Sin título
A veces no sé si me quieres, muchas veces no sé si te quiero. Flotamos uno junto al otro porque allí caímos.
Cuatro semanas atrás tú no pretendías cogerme la mano y yo menos quedarme con ella, pero de alguna manera pasó. Dejamos que el tiempo siguiera y las manos se acostumbraron a andar juntas, los dedos a jugar, los besos a pasearse entre los días de lluvia.
Y sé que quedan 4 días en la Fría Ciudad y luego podré escapar.
A veces pienso que sólo para eso soy buena, para correr cuando tengo miedo.
Llueve
camino hacia adelante
entre las gotas de lluvia fría
de esta Fría Ciudad
Una vida de cemento
Recuerdo un ejercicio de clase de gimnasia en el colegio. La profesora llevó a todo aquel ruidoso y desordenado grupo de niñas de 10 años al muro más lejano del colegio. Un muro gris de concreto, tan alto como para que nos fuese imposible escapar.
Entonces nos pidió que pusiéramos nuestras manos contra el cemento. Cada una de nosotras miró hacia los lados, preguntándose qué pretendía hacer la señora. Aún así, y porque en el colegio mandan todos menos uno, hicimos caso.
Una mano
otra mano
el muro
– ¡Ahora – nos dijo, levantando la voz – empujen lo más fuerte que puedan, hagan que el muro se mueva!
Recuerdo, más allá de nuestras caras y comentarios, el sentimiento de impotencia.
Fuerza
impulso
desespero
las piedras dejando marcas en nuestras manos
los dedos fundiéndose con las sombras del muro
Pero ante todo,
más que todo,
estaba la certeza
que jamás moveríamos
ni un solo centímetro
del muro
que nos separaba de la libertad
¿y si la vida consistiera sólo en eso, en empujar muros que jamás se moverán?