¡No, leer NO es bueno!

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En el colegio lo único que alguna vez me ganaba eran las banderitas del Día del Idioma por «buena lectora». Desde que alguna profesora me descubrió embutida en un libro durante las clases, los descansos y las esperadas del bus, se decidió que yo sería «la lectora del salón». Esa etiqueta se me quedó pegada hasta el día de hoy.

No, Ausencia, qué orgullosos nos sentimos de ti porque lees tanto. Y entonces yo me embutía más y más libros. No creo que fuese del todo por los demás, pero al menos mi vicio, mi escape del mundo, era aprobado por la sociedad. Entonces nadé entre Harry Potter y los pasillos de Hogwarts, conocí Cumbres Borrascosas y del alguna manera me enamoré de Heathcliff, pasé por El Retrato de Dorian Gray y quise ser joven para siempre…. Y miles de historias quedaron grabadas en mis pupilas.

Y entonces, ¡ya no sé vivir!

Viví tantos años entre fantasías y sueños ajenos, que la vida me parece imposible de vivir en la realidad. Y la intento convertir en una historia, pero son sólo miles de cuentos cortos, demasiado cortos.

¡No, leer NO es bueno!

Te enseña que la vida es más bonita cuando se convierte en palabras, que la tristeza puede ser hermosa, que son los nudos los que hacen de la historia una historia.

Te enseña que en las páginas puedes dibujar los personajes a tu gusto, que puedes ser el director de escenografía o vestuario, incluso el mismo guionista y director de actores de una vida ajena. Pero nunca podrás hacerlo en la vida real.

Te enseña que los buenos libros, las buenas personas, los buenos amores, siempre llegan hasta esa última hoja.