– Hagamos una cosa – le dije aburrida del silencio que se extendía por toda la invitación a comer luego de que el mesero había tomado nuestra orden – juguemos a las preguntas
– Está bien, pero si tú empiezas… – me respondió sonriendo.
Así comenzamos un juego que duraría toda la cena, me sorprendió que no era malo preguntando y además le encantaban mis respuestas.
– Te toca… – le dije luego de haber terminado hasta el postre.
– Ehh… – se mordió los labios como quien se esfuerza por sacar algo interesante de su cabeza – ¿qué es lo más grande que han hecho por ti, por amor?
***
Lo pensé por un instante, entonces te recordé. Hace tiempo no pensaba en aquellos días del que ahora parece un lejano pasado.
¿Te acuerdas Krum? Antes de que se enterrara todo en el olvido y cada uno hiciera su vida en otra ciudad, éramos la típica pareja de novios de secundaria, tú un enamorado iluso y yo una escritora principiante intentando entender qué era amar. Todos los lunes ibas a visitarme, juntos caminábamos por un helado hasta el centro comercial que quedaba a unas pocas cuadras de mi casa. Pero aquel día algo se complicó en el trabajo y llegaste a las siete de la noche. Era demasiado tarde para caminar hasta allá, quizás ya habrían cerrado el local.
Me abrazaste tiernamente y mirándome a los ojos, me preguntaste qué haríamos aquella noche. Lo pensé por un instante, sonreí y convencida te respondí que caminaríamos hasta Cuba, quedaste paralizado. Sospecho que te comenzabas a acostumbrar a mis arranques de locura pero aun sonrío al recordar tu cara.
– Ausencia ¿cierto que tú sabes que Cuba está rodeado de mar y no podríamos llegar jamás caminando?
– No me importa, hoy quiero ir a Cuba… – crucé los brazos y me quité de tu abrazo.
Terca como una niña malcriada, salí por la portería del edificio y comencé a caminar loma arriba. Tú, que habías tenido entrenamiento de fútbol en la mañana y luego trabajo toda la tarde, que sabías con certeza que yo vivía en la parte de abajo de una loma empinada y larga, saliste detrás de mí.
Nos demoramos 2 horas y media subiendo la loma, hacía frío y amenazaba con llover, además sabías que era bastante obvio que jamás llegaríamos a donde yo pretendía. Pero seguiste allí, todo el camino con mi mano entre la tuya, sólo porque a tu novia, así de repente, se le había ocurrido que quería llegar a Cuba esa misma noche.
***
– Alguna vez – le dije, aun sabiendo que jamás lo entendería – un niño del pasado me acompañó caminando a Cuba…
Antes de que él se quitara la cara de confusión de encima, comenzó a sonar mi celular. Mil mariposas se adueñaron en un instante de mi estómago, mis manos temblaron al acercarlas al bolso…
¿y si fueras tú?