Querida Martina

Martina

Aunque aún no me conozcas, quiero contarte que estuvimos sentadas una al lado de la otra durante casi ocho meses, mientras tú ibas creciendo en la pancita de tu mamá. Fue increíble tenerte allí al lado; evitábamos decir malas palabras y cada pocos minutos oíamos cómo tu mamá de repente se acariciaba la panza y te decía: te quiero Martina, te quiero mucho.

Quiero que te imagines un poco cómo era ese lugar donde estuviste los primeros meses de tu vida. Trabajábamos en una gran oficina llena de computadores de todos los colores y tamaños. El trabajo de tu mamá y mío era crear campañas para vender más café, pero había un problema: ella no podía tomarse ni una gota, porque aún no sabíamos si a ti te gustaría.

Uno de los momentos más mágicos que recuerdo fue una tarde a finales de mayo. Yo me sentía un poco triste, por cosas que en algunos años comenzarás a vivir (pero aún no te debes preocupar por eso). Tu mamá de repente tomó mi mano y la puso en su pancita. En ese momento, y como si fueras una gran karateka, pegaste una patada y pude sentir tu pie. Ambas quedamos boquiabiertas, acabábamos de presenciar un milagro. ¡Me imagino que tú no podías parar de reír, del susto que nos habías pegado!

Querida Martina, quiero contarte que tendrás una familia increíble. Llevo muchos meses oyéndolos buscar el color perfecto para tu habitación y soñar con la cuna más linda que pudieran comprar. Incluso me contaron que a tu papá y a tu mamá les tocó pintar tu cuarto dos veces, porque el primer color no resultó nada bonito.

Tienes mucha suerte, chiquita. Naces en una familia que te esperó y te quiso con todo el corazón desde el momento que supo que venías. Tu mamá te quiso con el alma, con los pies hinchados, subiendo mil escaleras para una reunión y con varios meses encima sin poder dormir. Incluso dicen por ahí que eres un pequeño milagro, pero esa historia se la deberás preguntar a mamá.

Te advierto que tendrás una mamá un poco elevada y algo descachada, pero con una habilidad que encuentras en muy pocas personas: la de querer con todo el corazón. Deberás entenderla al principio, porque eres su primera hija y es probablemente que no tenga ni idea qué hacer. Pero eso está bien, irá aprendiendo y seguramente te hará reír toda la vida.

Algún día me encontraré contigo y te diré Ay qué grande estás, Martina y tú no tendrás idea quién soy, pero no importa. Solo quiero que sepas que fue todo un placer conocerte.

El problema del ‘amor-real’

Untitled-1Yo creo que el amor es una combinación imposible de ‘su malgenio’ y ‘mi manera de quedarme callada cuando no me siento bien’, o de ‘mi desorden’ y su ‘obsesión por la puntualidad’.

El amor ha llegado varias veces. Con los dientes torcidos, con el pelo hasta los hombros, vestido solo de color negro, con los ojos amarillos. Ha llegado sin saber qué hacer con su futuro o con tanta certeza de saberlo que me borra del paisaje. Ha llegado incluso con mal aliento.

El amor también se ha ido.

Vamos separándonos y juntándonos unos con otros, y traemos canciones de otros, cuerpos de otros, besos de otros, tristezas de otros. Y cuando nos juntamos, a veces parecemos 32 en vez de dos.

Ayer entré a un edificio de oficinas, iba con mi bolso y mi computador, a reunirme con un cliente. El sol golpeaba las ventanas y mientras caminaba, pensé que quizás debía haberme maquillado un poco más. Entonces recordé que 10 años atrás había estado en ese mismo edificio, con el uniforme del colegio.

Casi me podía ver, casi la podía ver. Corriendo junto a él, bajo la lluvia, y refugiándose en el hall de oficinas en el que estaba apunto de entrar. La vi con la falda de cuadros a la rodilla y el pelo tan mojado que parecía negro, la vi muerta de la risa, agarrada de la mano de alguien al que hace años no volví a ver.

Al verla, supe que le había cumplido muchas cosas que deseaba. Si pudiéramos vernos cara a cara, ella se alegraría de encontrarme sin tacones ni maquillaje, con el pelo largo aún suelo. Y moriría de emoción al saber que nos iremos pronto a estudiar escritura creativa a Inglaterra. Pero del amor… ¿qué me diría del amor?

Ella estaba convencida que el amor debía ser algo así como una historia, que incluía una escena en la que la pareja se daba besos bajo la lluvia.  Aunque en el fondo sabía que no estaba enamorada, quería esconderse junto a él mientras pasaba la lluvia, porque el amor debía parecerse a eso, a apretarse el uno con el otro cuando hacía frío.

Yo no le puedo dar el amor que ella quería, porque sé que es imposible exigirle al amor que sea igual al de una película. Pero debo aceptar que, diez años después, aún me cuesta el concepto de «amor-real». Ese amor que a veces está más callado, a veces no se entiende, a veces quiere estar solo.

Aún me cuesta entender que el amor nunca va a llenar todos los espacios en blanco.

La primera noche de balcón

1

_______

Hay noches que prefiero dejar paralizadas. Se quedan allí, en ese lugar del recuerdo donde no puedo entrar muy seguido porque está lleno de errores, y los errores es mejor no recordarlos.

So I think it’s best we both forget before we dwell on it
The way you held me so tight all through the night
Till it was near morning

Pero hoy, cuando ya ha pasado más de un año, empiezo a entender que el error es algo así como una belleza no intencionada. (Alguna vez leí que la belleza es un instante en el que se encuentran por casualidad dos cosas que en sí mismas son feas, pero que juntas se transforman en pequeños milagros).

And those bright blue eyes can only meet mine across a room
Filled with people that are less important than you

Nunca entendí cómo terminé allí, en su apartamento. Recuerdo que salimos de la discoteca y todos querían seguir la fiesta en casa de él. Yo sabía que tenía que decir que no, que no iría, que yo era una niña juiciosa. Pero dije que sí, porque él me picaba en la punta de los dedos.

Todos dormían ya, regados entre los muebles y el suelo, eran las dos de la madrugada y habían tomado demasiado alcohol. Me asomé al balcón, la vista era increíble. Las luces amarillas se regaban por la montaña y se reflejaban en el cielo. Era la primera vez que estábamos completamente solos. Qué estoy haciendo aquí. Entonces sentí que se acercaba.

– ¿Te puedo abrazar?

No dije nada, no dije que no.

Creo que me había gustado desde siempre, pero de a poquitos. Un poquito en la primera fiesta, otro poquito en el ascensor, mucho más cuando conversamos por horas en un Juan Valdez. Con él se podía conversar, eso era lo que me repetía una y otra vez en la cabeza, nada más conversar.

– ¿Por qué no te puedo dar un beso?

– Porque tengo novio – le respondí, apartándolo por décima vez

Pasamos la noche conversando, analizando la vida, contándonos historias que quizás no le contábamos a nadie más, oyendo mil veces las mismas canciones… Incluso, y aunque no supiera tocar más que tres canciones, sacó su guitarra.

Luego amaneció y no volvimos a hablar en mucho tiempo. La vida se fue yendo en otras cosas, en otras ciudades lejos del balcón.

Muchos meses después, una noche en la que no podía dormir, me llegó un mensaje a mí celular. Solo decía: Abre tus ojos.

Olvido

olvido

Qué linda me veo dibujada en tus letras, qué linda me pintas en tus párrafos infinitos. Así melancólica, una niña chiquita saltando entre los muritos del parque, esperando un regalo sobre la cama todas las noches y dibujando pájaros de origami en el techo de las habitaciones. Qué lindo saber que esa no soy yo.

A veces pienso que entre más escribas sobre mí, menos me recordarás. Te irás quedando con esa que puedes dibujar, a la que la tristeza infinita la hace hermosa y no imposible de soportar; sobre la que puedes escribir ahora que se ha ido pero que si regresara te dejaría con la hoja en blanco.

Esa debe ser la magia de Ausencia, que entre más lejos está, mejor la puedes ver. Adelante, escríbeme hasta que me gastes, hasta que me saques, hasta que se te olvide cuánto te cansaba esa niña chiquita y malcriada, que a veces solo quería pájaros de origami y te exigía más regalos de los que podías dar.

Adelante, escríbeme hasta que inventes cada partecita y se te olvide que todo fue real.