Dejarme para encontrarme

 

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Cuando abrí este espacio quería poder hablar sin miedo, sin que nadie supiera quién soy. Quería que algunos extraños leyeran mis historias y me comentaran qué pensaban. Saber si alguien, aparte de mi madre y la gente que me quiere, consideraba que yo escribía bien.
Y sirvió, me abrí a contar mis miedos, mis fracasos, mis vergonzosas alegrías y la gente me oyó, cada nuevo seguidor me hacía sonreír, cada sencillo comentario me aguaba los ojos…
Fue maravilloso, pero…
El blog cuenta una historia que ya terminó y yo me pregunto si quizás seguir escribiendo detrás de Ausencia Silenciosa sea solamente cobardía de hacerme responsable de mis propias palabras.
Ausencia, la Fría Ciudad, Amigo inocente, Maravilla…. todo esto existe y merece su nombre propio.
¿y si fuera hora de abrir un blog con mi nombre y verdadera identidad?
¿ y si fuera hora de dejar de ser Silenciosa?

Un borrón en mi cuaderno

Hay una canción que me gusta mucho, habla de un señor en un bar.

Él está tomando café tranquilamente y de repente se le acerca una mujer. Ella queda sorprendida cuando él dice no recordarla y le insiste que ellos dos fueron amantes alguna vez, que llegaron a vivir cosas importantes.

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Me temo que lo suyo sea un error,
yo estoy desde hace tiempo sin amor

y el último que tuve fue un borrón en mi cuaderno
Y ella le sigue repitiendo, que él le rogó que no se fuera, que lo vieron llorando por ella de bar y en bar. Pero él le vuelve a decir
Perdón,
no la quisiera lastimar
tal vez lo que me cuenta sea verdad
lamento contrariarla pero yo
no la recuerdo

Así me siento últimamente, necesité algo que me hiriera de corazón para reaccionar. A veces nos atamos demasiado a la historias, yo especialmente al tener delirio de escritora. Pero estar amarrados a eventos que ya se fueron y nunca volverán, no nos permite crear nuevas historias, seguir escribiendo la trama de nuestros días.

Entonces borré todas las fotos, los correos, los comentarios, los amigos en común, las canciones, los escritos y pude oír voces: «Uy, esa vieja si nos está dando demasiada importancia» pero ¿saben? es que ahora soy yo la que tiene que seguir, sus pensamientos estrellan contra mis paredes en blanco.

Esa noche me obligué a salir de la cama, aunque no quería. Me puse un vestido blanco, como los rastros de recuerdos que ya no quedaban y sin historias en la mano, salí a bailar con mis amigas del colegio. Entonces miles de historias nuevas comenzaron de repente.

Mientras decidíamos dónde entrar, en la dirección contraria, aparecieron todos juntos esos amigos que el tiempo se encargó de perder. La típica barrita del colegio, con los que aprendimos juntos a bailar, nuestros primeros novios, las primeras metidas de pata. Incluso Krum estaba entre ellos, y se sintió tan bien volvernos a ver, reírnos del pasado y volver a ser amigos.

Entramos todos juntos a una discoteca, a bailar, a darnos cuenta todo lo que el tiempo nos había cambiado y que al final, éramos los mismos.

Luego, entre la multitud, se cruzó una mirada conmigo. Quedamos paralizados. No teníamos por qué encontrarnos allí.

– ¿Tú qué haces aquí?
– Mas bien, ¿tú qué haces aquí?

y de esa nueva historia y de él, que es más bien Don Prohibido, mejor no hablo mucho 😉

Pero lo que pretendo decir es que no hay nada más absurdo que amarrar con nudos las historias que de nuestra vida ya se han ido. ¡Cuántas nuevas nos están esperando!

Aquellos que estén en las mismas, los reto a borrar. No es tan difícil, comiencen por lo material, luego unan la actitud y cuando oigan ESA canción que les recuerda todo, cierren los ojos con fuerza y dedíquensela al gato 🙂

Nota: No aseguro que borrar historias les vaya a evitar nuevos problemas, pero… ¡nada más rico que estrenar líos!

Nota 2: La canción es Amnesia de Santiago Cruz

Ausencias

Me tapo los ojos con tres manos.

Dos mías

y una que me he inventado


Ha sido un robo

y tú,

temblando,

has amanecido manco


“Yo tengo tu mano”

te dijo en un susurro


Me la he llevado.


No finjas sordera

que tus oídos

así egoístas

así malagentes

aún se conservan


Cansada de caminar entre inventos

he robado tu mano

así,

al menos

las mías

ya no tiemblan

tanto