
Me despertó el grito grave y profundo de mi hermano menor, proveniente del pasillo. Miré el reloj. Tres de la mañana. Luego, llegaron las voces de confusión, mi mamá saliendo de su cuarto y preguntándole si estaba bien. Él respiraba con fuerza.
No quise salir de mi cama, no quise abrir la puerta de mi cuarto. Sentí miedo.
¿Qué podría haber pasado?
Versión 1
Él miró el reloj del celular. Tres de la mañana. No le gustaba despertar a esa hora, la casa estaba toda en silencio. Intentó recordar qué lo había despertado, había sido un mal sueño, la sensación de que alguien lo miraba mientras dormía. Quiso no sentir miedo, intentar dormirse de nuevo, pero llegaron las ganas de ir al baño.
No quería pararse, no quería. No quería caminar todo el pasillo a oscuras, no quería atravesar la sala buscando cómo prender la luz. Pero no era capaz de aguantarse.
Abrió la puerta sin hacer ruido, alumbró el pasillo con la luz del celular, no había nada. Caminó los primeros pasos, procuró no sentir miedo, comportarse como un adulto, como una persona que no estaba pensando en la película que había visto antes de dormirse, que no había soñado con unos ojos oscuros, que no acababa de sentir que alguien le agarraba el brazo con fuerza.
Giró su cabeza, temblando de pies a cabeza, y allí estaba, mirándolo de frente, la sombra negra. Gritó hasta caer desmayado.
Versión 2
Él miró el reloj de su celular. Tres de mañana. De nuevo sin poder dormirse, dando mil vueltas por las cobijas, por su cabeza llena de nudos, por el cuarto, por los canales de televisión que no estaban diseñados para las personas con insomnio, Envidiaba a aquellos que podían acostarse en su cama a las 11 de la noche, ponerse las cobijas encima y caer dormidos. Como su hermana, que siempre a la misma hora le decía Fico, ya me voy a dormir, ¿me cierras la puerta? y así, como si nada, caía dormidísima.
Aunque sabía que no debía hacerlo, se enloquecía poco a poco pensándolo: Duérmete, duérmete, duérmete Federico. Mañana tienes clase Federico, tienes que madrugar, tienes que desayunar, vestirte, llegar al tercer día de universidad a tiempo, invitar muchas personas a Amway, hacer esas vueltas que tienes pendientes, tener el reloj de tu cabeza cuadrado para dormirte temprano y volverte a despertar, desayunar…
Sin darse cuenta, salió de la cama, abrió la puerta sin preocuparse por el ruido, aun echándose mil culpas por estar despierto, por no saber dormirse como los demás, porque tenía que madrugar a la universidad y quería comenzar a faltar. Cargado de ira, cargado de todas las cosas de las que uno se puede deshacer cuando duerme, lanzó un grito.
Cuando mamá asustada salió de su cuarto, él estaba llorando en el piso del pasillo.
Versión 3
Él miró su celular. Tres de la mañana. Quería seguir durmiendo, pero le ardía la garganta, tenía tanta sed que le picaba la boca y le costaba mover la lengua. Tenía miedo de no volver a dormirse si se paraba de la cama. ¿Por qué no le había hecho caso a mamá cuando le insistía que dejara un vaso de agua en la mesa de noche?
Abrió la puerta del cuarto con cuidado, el pasillo estaba oscuro. Lo cruzó con cuidado, mientras el perro lo miraba desde el sofá de la sala. Era extraño que el perro estuviera durmiendo allí, siempre lo dejaban dormir dentro de alguna pieza.
Cuando iba por la mitad del pasillo, comenzó a ladrar. Fue cuestión de pocos segundos, entre la mirada al perro, su pie atravesando el charco de orín, las manos girando por los aires, la columna aterrizando con todas su fuerzas sobre el piso frío, para que Federico lanzara un grito grave y profundo, lleno de ira.
Versión 4
Él miró su celular. Tres de la mañana. Se había despertado de nuevo dentro del sueño de su hermana.