Sé que me encanta la soledad, pero que bonito es también volver a mirar la vida y verla llena de huellas.
Las huellas de una tarde recorriendo Medellín y hablando de Rayuela, el sonido de dos voces desafinadas cantando en un Transmilenio, que me acompañes a caminar hasta Cuba, una conversación infinita en Juan Valdez donde nos damos cuenta que nos parecemos mas de lo creíamos, caminar borrachos por la ciudad dormida, quedar sin voz luego de un concierto de una banda que nunca habíamos escuchado antes, recorrer las calles de una ciudad donde nadie mas habla nuestro idioma.
Quisiera poder recordarlo todo en paz, como quien pinta un cuadro y sabe que cada color valió la pena.
Precioso. Ver la vida llena de huellas. Esas huellas nos sostienen y nos guían. Cada día se van sumando nuevas. Hay que conservarlas y cuidarlas todas.
Un abrazo fuerte.