Me monté al bus para volver a casa cuando ya oscurecía. Detrás de mí se sentó un joven de mi edad.
Conversaciones ajenas
Esperando en el aeropuerto
Estoy como una autista en el aeropuerto, mi vuelo se atrasó una hora y media. En este momento espero en un restaurante, y sin nada mejor que hacer, me he puesto a observar la gente, ¡creo que es mi pasatiempo preferido!
Conversaciones ajenas II
Nada más asombroso para mi que los absolutos desconocidos que algún día se sientan o pasan por mi lado, dejando fragmentos de conversaciones en mis oídos. Creo que aprendo más de ellos que de mi vida misma…
Resulta que se sientan junto a mí en el bus dos jovenes universitarias. Una con el pelo mono obviamente teñido y la otra con las uñas amarillas, lo único que alcanzo a recordar. Comienzan a hablar…
– ¡Hoy me saqué 5 en Introducción al derecho! – le dice monateñida a su amiga enrroscándose el pelo entre los dedos.
– Yo me saqué 4.5 en Procesal, cuando me entregó el parcial quedé sorprendida… ¡Tanta nota para no haber estudiado nada! – comenta la otra, buscando algo en el bolso.
– Yo no saco más de 3 en el de Sociedades, ¡eso si!
Uñasamarillas medio asiente con la cabeza y sigue buscando no sé qué cosa dentro del bolso. Un silencio entre las dos.
– Tengo tanta hambre, mi estómago comienza a protestar por comida.
– Yo almorcé a las 3, estoy muy llena
– ¿Crees que me de gastritis? – pregunta monateñida mientras analiza las puntas de su pelo.
– A mi no me entraría ni un arroz parado… – dice uñasamarillas por fin sacando el espejo que tanto buscaba dentro del bolso.
Ambas miran por la ventana, luego vuelve a hablar Uñasamarillas.
– Ayer me llamó Pablo, parece que extrañaba oir de mí.
– Yo ayer soñé con Martín, ¿Será que todavía me gusta?
– Pues Pablo me dijo que nos deberíamos ver y hacer waffles con Nuttela, no sé si ir o no – mientras habla mira detenidamente la forma de sus cejas en el espejo.
– Martín, en mi sueño, tenía una medias verdes más raras…
– Y entonces me puse a pensar si Páblo o Sebastián, porque también quedé de verme con Sebastián el viernes. – dice guardando por fin el espejo.
– El viernes es el cumpleaños de Martín, que oportunidad más perfecta para regalarle unas medias verdes, ¡te imaginas lo significativo que sería!
– Pero es que me di un beso con Sebastián el sábado pasado, ¿eso sería ponerle los cachos a Pablo?
En ese momento se detuvo el bus, todas nos bajamos en la misma parada, lo último que podría haber alcanzado a oir, lo silencié intencionalmente con mis audífonos.
Según la teoría de yo no sé quién, en un proceso de comunicación existe un emisor y un receptor… ¡POR DIOOS, ESO PARECÍA UN MONÓLOGO INTERCALADO!
¡Para eso hablen con ustedes mismaaas!
Digo yo, no sé…
Escuchando conversaciones ajenas…
Debo confesar que ya se me hacía incomprensible el concepto de romanticismo en la actualidad, pero después de esto…
– ¡No se imagina! – le dijo a quien lo escuchara al otro lado del aparato celular, mientras yo en la mesa del lado intentaba por todos los medios leer un largo documento – después que toda la rumba se acabó, nos metimos debajo de las cobijas y me empezó a consentir, me tocaba la cara y pasaba los dedos por mi pelo.
Yo realmente no quería oír, tenía una hora para terminar de leer. Busqué desesperadamente mis audífonos al fondo del morral, entonces recordé que los había dejado en la mesa de noche.
– Claro que estaba borracha, no ve que después de estar un rato acostados juntos, me dijo que necesitaba vomitar… – no pude evitar voltear la cabeza, el niño hablaba demasiado duro – imagínese yo como dos horas teniéndole el pelo mientras ella estaba acostada en el sanitario.
A medida que el relato avanzaba, la emoción en voz del narrador aumentaba y con esta, las ganas de vomitar de la niña que oía la historia por error, y en realidad quería estudiar.
-…pues así se pasó toda la noche, nos acostábamos un rato y luego ella tenía que ir a vomitar, yo la acompañaba y luego volvíamos a acurrucarnos debajo de las cobijas…
En ese momento no aguanté más, me paré de la mesa y corrí lejos de allí.