El hombre ideal

Me monté al bus para volver a casa cuando ya oscurecía. Detrás de mí se sentó un joven de mi edad.

No habíamos recorrido más de dos cuadras cuando le sonó el celular. No pude evitar escucharlo, hablaba como para todo el bus.. y si, soy un poquito metida.
– Hola amor! No te preocupes, ya estoy en el cine haciendo la fila para comprar las boletas.
Instintivamente giré la cabeza y lo miré con los ojos muy abiertos como diciéndole sin palabras: «¡Qué te pasa, tienes problemas o qué! Estamos en la calle 180 montados en un bus… no será que estás alucinando?
Me resigné a saber que hay gente mentirosa en la vida y volteé mi cabeza. No pasaron más de 10 cuadras cuando volvió a sonar el celular.
– Guapa! ¿cómo estás? Si claro, ya voy en la calle 127, no me demoro.
Volví a girar la cabeza y esta vez no pude más que reírme, «no eres más patético amigo porque no se puede!»
Me bajé del bus cuando él seguía pidiéndole a Guapa que le mandara un beso… y me imaginé a Amor esperando las boletas, y a Guapa jurando que llegaría pronto…
Esperen amigas mías, con mucha paciencia, que al pobre le falta cruzar la mitad de la ciudad. Y las felicito, están con el hombre ideal…
Que envidia… ¬¬

Esperando en el aeropuerto

Estoy como una autista en el aeropuerto, mi vuelo se atrasó una hora y media. En este momento espero en un restaurante, y sin nada mejor que hacer, me he puesto a observar la gente, ¡creo que es mi pasatiempo preferido!

Hay una pareja al lado mío que me encanta, vaya uno a saber quiénes son o con qué intensiones viven, pero el encanto en la manera en la que se miran, comen del mismo plato y se niegan a buscar una silla donde quepan del todo los dos, es en exceso tierno. De vez en cuando, la mano de él se desliza disimuladamente sobre la silla, para abrazarla por la cintura. Me impresiona además que no son jóvenes, sus edades se acercan a los 50 años… Ahora chocan sus narices muertos de la risa… y yo mejor dejo de mirarlos que me va dando despecho.
Hay al otro lado un trío de jóvenes que comen helado. Es una escena que me ha hecho reir desde que me he sentado en esta silla, pues sin temor a que la gente los oiga a hablar, las dos niñas se han sentado de frente al niño y le han comenzado a dar consejos de amor:
– ¡Pero obvio que no la puedes llamar!- dice una
– Al menos hasta el martes… – dice la otra
– No, no, no… nunca. Que llame ella –
– Es cierto Juan, no la llames nunca –
– Aunque si ella timbra…
El sigue mirándolas a las dos, atónito, sin pronunciar palabra. A veces, sólo a veces, me da un poco de pesar de los hombres jajaja.
A mi lado derecho llevaba sentado largo rato un joven de al menos 28 años. Esperaba con su computador abierto, chasqueando los dedos y mirando nerviosamente a la puerta. Entraron entonces dos señores, no mucho mayores que él. Se sentaron, y sin siquiera saludar, le dijeron que no tenían mucho tiempo, que hablara rápido. El se rió nerviosamente, abrió una presentación de Power Point y les comenzó a exponer su proyecto de empresa. Su voz temblaba a medida que exponía. Luego de 15 minutos, luego que los dos señores entendieron que la empresa generaría ingresos, han empezado ser muy amables… ¡qué curioso es el mundo!
En la mesa del frente se sientan 5 extranjeros, verlos intentar hacer el pedido a una mesera que si acaso sabe inglés, sabrá decir: «hi» es para reirse toda la vida. Luego de una hora, medio han logrado ordenar, aunque por sus caras… ¡dudo que lo que les llegó fue lo pedido!
Muy cerca también hay una mujer, flaca, joven y sola. Ha pedido una ensalada de esas deprimentes y un jugo de alguna fruta sin azucar… mira de un lado a otro, y vuelve a coger su celular, como pidiéndole que suene, que suene… ¿qué estará esperando?
Un par de enamorados, una joven en dieta, un empresario nervioso, unos extranjeros entendiendo que saber un poco de español a veces es útil para comer, un pobre adolescente siendo aconsejado por sus dos amigas …
¡Cuán diferentes son cada una de las realidades, parece que cada uno de nosotros fuera un mundo entero diferente!

Conversaciones ajenas II

Nada más asombroso para mi que los absolutos desconocidos que algún día se sientan o pasan por mi lado, dejando fragmentos de conversaciones en mis oídos. Creo que aprendo más de ellos que de mi vida misma…

Resulta que se sientan junto a mí en el bus dos jovenes universitarias. Una con el pelo mono obviamente teñido y la otra con las uñas amarillas, lo único que alcanzo a recordar. Comienzan a hablar…

– ¡Hoy me saqué 5 en Introducción al derecho! – le dice monateñida a su amiga enrroscándose el pelo entre los dedos.

– Yo me saqué 4.5 en Procesal, cuando me entregó el parcial quedé sorprendida… ¡Tanta nota para no haber estudiado nada! – comenta la otra, buscando algo en el bolso.

– Yo no saco más de 3 en el de Sociedades, ¡eso si!

Uñasamarillas medio asiente con la cabeza y sigue buscando no sé qué cosa dentro del bolso. Un silencio entre las dos.

– Tengo tanta hambre, mi estómago comienza a protestar por comida.

– Yo almorcé a las 3, estoy muy llena

– ¿Crees que me de gastritis? – pregunta monateñida mientras analiza las puntas de su pelo.

– A mi no me entraría ni un arroz parado… – dice uñasamarillas por fin sacando el espejo que tanto buscaba dentro del bolso.

Ambas miran por la ventana, luego vuelve a hablar Uñasamarillas.

– Ayer me llamó Pablo, parece que extrañaba oir de mí.

– Yo ayer soñé con Martín, ¿Será que todavía me gusta?

– Pues Pablo me dijo que nos deberíamos ver y hacer waffles con Nuttela, no sé si ir o no – mientras habla mira detenidamente la forma de sus cejas en el espejo.

– Martín, en mi sueño, tenía una medias verdes más raras…

– Y entonces me puse a pensar si Páblo o Sebastián, porque también quedé de verme con Sebastián el viernes. – dice guardando por fin el espejo.

– El viernes es el cumpleaños de Martín, que oportunidad más perfecta para regalarle unas medias verdes, ¡te imaginas lo significativo que sería!

– Pero es que me di un beso con Sebastián el sábado pasado, ¿eso sería ponerle los cachos a Pablo?

En ese momento se detuvo el bus, todas nos bajamos en la misma parada, lo último que podría haber alcanzado a oir, lo silencié intencionalmente con mis audífonos.

Según la teoría de yo no sé quién, en un proceso de comunicación existe un emisor y un receptor… ¡POR DIOOS, ESO PARECÍA UN MONÓLOGO INTERCALADO!

¡Para eso hablen con ustedes mismaaas!

Digo yo, no sé…

Escuchando conversaciones ajenas…

Debo confesar que ya se me hacía incomprensible el concepto de romanticismo en la actualidad, pero después de esto…

– ¡No se imagina! – le dijo a quien lo escuchara al otro lado del aparato celular, mientras yo en la mesa del lado intentaba por todos los medios leer un largo documento – después que toda la rumba se acabó, nos metimos debajo de las cobijas y me empezó a consentir, me tocaba la cara y pasaba los dedos por mi pelo.

Yo realmente no quería oír, tenía una hora para terminar de leer. Busqué desesperadamente mis audífonos al fondo del morral, entonces recordé que los había dejado en la mesa de noche.

– Claro que estaba borracha, no ve que después de estar un rato acostados juntos, me dijo que necesitaba vomitar… – no pude evitar voltear la cabeza, el niño hablaba demasiado duro – imagínese yo como dos horas teniéndole el pelo mientras ella estaba acostada en el sanitario.

A medida que el relato avanzaba, la emoción en voz del narrador aumentaba y con esta, las ganas de vomitar de la niña que oía la historia por error, y en realidad quería estudiar.

-…pues así se pasó toda la noche, nos acostábamos un rato y luego ella tenía que ir a vomitar, yo la acompañaba y luego volvíamos a acurrucarnos debajo de las cobijas…

En ese momento no aguanté más, me paré de la mesa y corrí lejos de allí.