20 razones por las que amo escribir

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Llevo un mes trabajando en el diario más importante del país y se me van olvidando por momentos las razones por las que me gusta escribir. Las palabras objetivas, justas, reales, palabras dueñas del periódico y una editora cuadriculada terminan por silenciar todo el caos de las letras que habitan las yemas de mis dedos.

Así que, como niña de doce años presentando un examen al frente de todo el salón, me paro al tablero, cojo el marcador y escribo:

A mí me gusta escribir porque…

1. Escapo del mundo real y dejo que las incoherencias salgan a jugar por el jardín.

2. Así es más fácil sonreir.

3. Intento demostrar que no todo son metáforas. Cuando digo que veo un dinosaurio es que en serio estoy viendo un animal ya extinto caminando a mi lado.

4. No dejo que los días se me escapen de las manos, siempre puedo saber qué paso hace un mes, 5 años, 15 años.

5. Me gusta poner tildes.

6. Es lindo mostrarle lo que escribo a mi mamá, es una juez muy objetiva (como toda madre)

7. Me gusta leer los comentarios que dejan los adorables visitantes del blog.

8. Escribiendo conocí a Ojos Amarillos.

9. Si algo bueno me pasa, lo convierto historia. Si algo malo me pasa, lo convierto historia. Siempre gano.

10. Los personajes ficcionales son una excelente compañía.

11. Me gusta releer mis diarios cuando voy en el bus.

12. Puedo ser niña para siempre.

13. Me encanta pensar en todas las personas que se cruzan por mi vida y no tienen ni idea que se convierten en mis personajes.

14. Una vez en segundo de primaria me gané un premio y en la universidad, hacía reir a los profesores con mis ensayos.

15. Si no me habría tocado poner atención en clase de química y física.

16. Uno se ve lindo sentado en un café, con un capuccino y un lapicero en la mano.

17. Mis nietos podrán saber quién fue su abuela cuando, después de mi funeral, abran mis cajones y los encuentren llenos de cuadernos.

18. Quiero parecerme remotamente a Jane Austen y  a Emily Bronte.

19. Quiero parecerme remotamente a mi abuelo.

20.  Me salen palabras de los dedos, no puedo evitarlo. Me desangro de letras y soy incapaz de dejarlas derramarse sobre el piso por el que los demás caminan.

6:33 am

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Empieza silenciosamente el día. Abro los ojos a las 6 de la mañana y, aunque he trabajado duro el fin de semana, no soy capaz de volverme a dormir. Ha aparecido de nuevo esa ansiedad que me persigue cuando no espero nada de los días…
La ventana está empañada y al tocarla se siente el frío que me espera afuera. En las calles ya suenan los pitos de los carros, los camiones descargando mercancía en las pequeñas tiendas de barrio, un par de pájaros que han olvidado que están entre cemento. Aunque aún no llegan las 7, la ciudad que ya ha despertado; uno no creería la cantidad de gente que desde las 4 de la mañana se levanta a trabajar. Los tacones de mi compañera de apartamento corren hacia la puerta, quizás otra vez va tarde…
Miro la nota que me ha dejado anoche sobre el escritorio, «lava los platos que has dejado sucios hace una semana» y decido esconderme unos instantes más bajo las cobijas. El mundo de afuera me parece tan frío y quedarse en la cama todo el día en principio se hace más fácil. Entre las cobijas, y el calor que aún ronda los pies, se acumulan melancolías, anhelos, recuerdos y una gran lista de cosas (aburridas la mayoría) aún por hacer.
Quisiera solamente pararme de esta cama con emoción, tirar las cobijas al suelo y abrir la nevera para preparar algún gran desayuno. Bañarme con agua hirviendo mientras canto a todo pulmón música que me recuerde mi ciudad, ponerme mi camisa preferida, los convers rojos que algún día perdí y salir cantando por las calles. Pero es que…

Entre Ausencia y yo

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«Cuando nos conocimos, me dibujaste una imagen tuya en mi cabeza ,» me dijo, escondiendo las manos en los bolsillos. «Te pintaste como la niña auténtica, relajada… yo creí que contigo todo sería tan fácil de llevar…»

Se detuvo unos segundos y miró al suelo, yo sabía que tenía miedo de herirme, pero mantuve mi mirada fija en su frente, quería que siguiera hablando.

«Pero cuando el tiempo comenzó a correr, de repente me daba cuenta que no eras todo eso que habías dicho ser…»

Me quedé en silencio.

Hoy, tarde callada y lluviosa de domingo en la Fría Ciudad, se han mezclado sus palabras con mi última entrada y entonces he entendido.

A veces soy más Ausencia que yo misma, pero nadie lo sabe. Aparento ser fuerte, risueña, segura, a quién no le importa nada. Y mientras intento mantenerme en pie, es Ausencia la que se derrumba, porque ella no tiene miedo de caer, no esconde que la vida le va dejando heridas.

Ausencia Silenciosa es el viento que se cuela entre los zapatos de una multitud fría y dormida. Es silencio, ojos abiertos, miedos e inseguridades.

Y yo, la que tiene los pies en la realidad, soy como esas fotos en donde se sale sonriendo, pero por dentro todo se está muriendo.

Supongamos que marco su número y le digo:

«Si, la verdad siempre lo hago. Creo una imagen de mí para parecer más fuerte, para ser más aceptada,» imagino su silencio. «Pero escondo la faceta más sensible, la que tiembla junto con cada dolor que trae la vida.»

Pero es que, no lo puedo hacer, porque lo que hace a Ausencia ser Ausencia es estar ausente del mundo real, acurrucarse detrás de las letras de un blog.

Una vida de segundos

Los segundos que le quedaban al 13 de diciembre se desvanecieron en mis manos. De repente, en la pantalla, aparecieron los cuatro grandes ceros.

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Más rápido que un segundo, aunque fuese un segundo, quedaron ya tres ceros y un uno, luego un dos, un tres, un cuatro, un cinco…

Llevo 1 hora y 35 minutos mirando el reloj. Los primeros segundos del 14 de diciembre me han absorbido y, sabiéndolo, sigo mirado, hipnotizada.
Y así pasan mis primeros instantes con 21 años, pero con lo rápido que van… pronto estaré cumpliendo los 70.

Una eterna melancolía.

blurry-926705_640      Es una noche callada en este solitario apartamento de universitaria desordenada y elevada. El teléfono lo cortaron hace más de un mes sin alguna razón aparente, y cómo llamar a preguntar si no hay por dónde. El televisor lo cortaron hace más de 3 meses, eso quizás tuvo que ver con que olvidé pagarlo. La nevera dejó de enfríar el día que intenté bajarle ‘un poquito’ la temperatura, de eso hacen 2 semanas.

Hoy he lavado la ropa que hace semanas acumulaba en el fondo de mi closet, he intentado explicarle a mi gato que sus uñas largas me hacen daño pero creo que no me entiende, he comenzado 3 veces a coger impulso para lavar los platos sucios, he arreglado mi cama sin tender y he esperado que mi mamá por fin me llame.
Esta soledad que yo elegí a veces me gusta, a veces me encanta, a veces la odio un poquito. Quisiera que hubiera comida caliente en la mesa, una madre gritando que debo ponerme a estudiar, una lavadora y un montón de amigos esperando en la puerta para caminar por el parque.
Quisiera que jamás se me hubiera pegado el acento de este lugar, pues cada vez que llego de nuevo a mi ciudad, me juzgan de forastera, de traicionera, si tan sólo supieran CUANTO los extrañé.
Entonces he recordado una entrada de hace algún tiempo donde decía que no veía la hora de venir aquí, de estar por fin sola. Entiendo que estaré eternamente partida en dos, entre aquí y allá, entre mi ciudad y… mi nueva ciudad. Cuando esté triste y sola aquí, querré huir hacía allí, cuando este harta de la montonera de gente de allá, querré volver aquí.
Ausencia Silenciosa siempre estará envuelta en una eterna melancolía extrañando el otro lugar.
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Mi canción de la semana.

Pensamientos de una mañana después

Jack Yong
Ayer le di un beso a alguien que apenas conocía. No había sido amor a primera vista, no me encantaba su manera de ser, no planeaba volverlo a ver, era sencillamente un casi desconocido.
Realmente no sé por qué no hice, pero si recuerdo perfectamente el instante en el que decidí que no movería la cabeza cuando él se acercara.
Pero entonces hoy amanecí preguntándome qué era realmente un beso. Porque se supone que cuando hay amor es algo maravilloso, yo lo sé… pero cuando no existe nada entre ambos, termina siendo un movimiento coordinado de labios y lengua.
Qué perdedera de tiempo, la próxima vez me compro una paleta de agua.

Algo que tenía que decir

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Hoy quiero publicar una entrada diferente, siempre me la paso hablando de historias que rodean mis días, pero hoy quisiera sencillamente decir que estoy DEMASIADO impresionada desde que he entrado al mundo de los blogs.

No sé por qué la gente dice que ya no existen los verdaderos escritores, que ya nadie escribe ni lee, ni hace nada productivo. No es en absoluto cierto, dentro de todos los blogs que he recorrido he encontrado a los verdaderos escritores y poetas de esta época.
En mil estilos diferentes, con millones de historias de vida y maneras de ver el mundo, con una pasión por escribir que va más allá de las ganancias que pueda dar un libro o de la fama; pareciese que todos escribieran con el corazón en la mano.
No sé por qué tardé tanto en llegar aquí.

estupideces

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Por todos lados se dice que el pasado hay que olvidarlo, borrarlo como tiza de tablero y escribir encima. Pero… a mí no me parece.

Puede que los recuerdos hagan la vida más pesada, la espalda se mantenga un poco adolorida, pero…
ay! la melancolía es cómoda, es linda…
Mirar por la ventana los días lluviosos y aterrizar en días pasado, nada más mágico.
El presente está ahí… ahí, no es nada divertido.

COSAS COMPLICADAS

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«El mundo es demasiado complicado» he intentado explicarle a algunos, ninguno lo ha tomado demasiado en serio, la mayoría ha afirmado que a mí me ha tocado considerablemente más fácil que a todos los demás y que, por lo tanto, debería dejarme de quejar. Es cierto, no lo niego… pero es aquello lo que tanto me pesa.

Para aquellos que la vida les ha dado miles de golpes, su días van dirigidos a recuperarse, a pararse del piso y volver a comenzar.

Para mí todo ha sido demasiado fácil y aquello conlleva una responsabilidad, la de hacer algo por el mundo.

Pero el mundo está cagado… ¿por dónde comenzar?

¿y si aquello que considero el mayor problema de la humanidad, la mayoría de ésta lo considera como ‘un derecho sexual y reproductivo de la mujer’?

Desde muy chiquita nunca me vi demasiado interesada en los debates, en el colegio me aburrían de sobre manera, la peleas sobre el prom y la graduación hacían que me quedara dormida en mi puesto. En la Universidad estuve cerca de perder una materia por el simple hecho de no querer meterme del todo en una discusión sobre eutanasia. He visto gente pelear horas y horas por la Iglesia, el homosexualismo, la política y yo sencillamente me pongo de pie y me voy.

Pero hay un tema que llega al fondo de mi alma y, por alguna desconocida razón, me hace llorar.

Algunos recomendados para que entiendan de qué hablo:

Happy Birthday – Flipsyde
Estrella en tu vientre – Ricardo Arjona 

Y es quizás aquel tema, el más polémico del mundo entero… ¿cómo luchar sin discutir?

¿Recuerdan el final de La Lista de Schindler?

STERN: It’s Hebrew. It says, ‘Whoever saves one life, saves the world.’
Schindler slips the ring onto a finger, admires it a moment, nods his thanks, then seems to withdraw.
SCHINDLER: (to himself) I could’ve got more out … Stern isn’t sure he heard right. Schindler steps away from him, from his wife, from the car, from the workers.
SCHINDLER (to himself): I could’ve got more … if I’d just … I don’t know, if I’d just … I could’ve got more…
STERN: Oskar, there are twelve hundred people who are alive because of you. Look at them. He can’t.
SCHINDLER: If I’d made more money …I threw away so much money, you have no idea. If I’d just …
STERN: There will be generations because of what you did.
SCHINDLER: I didn’t do enough.
STERN: You did so much.
(Schindler starts to lose it, the tears coming. Stern, too. The look on Schindler’s face as his eyes sweep across the faces of the workers is one of apology, begging them to forgive him for not doing more)
SCHINDLER: This car. Goeth would’ve bought this car. Why did I keep the car? Ten people, right there, ten more I could’ve got. (looking around) This pin – He rips the elaborate Hakenkreus, the swastika, from his lapel and holds it out to Stern pathetically.
SCHINDLER: Two people. This is gold. Two more people. He would’ve given me two for it. At least one. He would’ve given me one. One more. One more person. A person, Stern. For this. One more. I could’ve gotten one more person I didn’t.
He completely breaks down, weeping convulsively, the emotion he’s been holding in for years spilling out, the guilt consuming him.