Ella se sentó a mi lado, cabizbaja. Usualmente parecía tan alegre, con una sonrisa de oreja a oreja, pero hoy sentía que se había cansado de fingir. La abracé, hace tiempo que no nos veíamos, y le pregunté qué le pasaba.
Se quedó callada un momento mordiéndose los labios, pero luego, casi como si lo hubiera preparado mil veces en su cabeza, me respondió:
«Sabes, amiga… a veces me acuerdo de él, cuando pido mini waffles con nutella por ejemplo, cuando por casualidad suena «love remains the same» en mi computador, cuando mi tía me habla de mejorar las relaciones interpersonales y me acuerdo de él, furioso conmigo, diciéndome que por tanto insistirle que mejorará tus relaciones interpersonales había tenido que quedarse hasta tarde ayudándole en los exámenes a varias niñas brutas.
Me acordé de él cuando una amiga me preguntó si alguna vez me había metido al baño de hombres, cuando anoche sonó en la discoteca «el doctorado», cuando le insisto a mis amigas que no tiene sentido atarse a un ex novio y seguir pensando en él y yo, callada, sé que él ni siquiera fue mi novio y aun así sigo sin querer dejarlo ir… «








