Soñé que era el último día de colegio. Nos asomábamos por la ventana del salón y escuchábamos los gritos de alegría escapar de los demás salones, mientras un montón de bombas de colores se perdían en el cielo. Era el último día, el último. La profesora pasaba por cada puesto repartiendo un poema de despedida. Nos mirábamos las caras, los papeles de evaluaciones que nunca volveríamos a ver regados por el suelo, los zapatos rojos y la falda de cuadros…
Esa sensación de estar parada en un momento que jamás volverá a suceder, que pasarán siete años y estaremos sentados en una oficina, escribiendo sobre un sueño en vez de trabajar, se me ha quedado pegada a la piel. Porque la vida nunca será así clara con los finales y los principios, como en el último día de colegio donde se sabe con certeza en ese momento no se va a repetir, nunca, nunca, nunca. Porque jamás volverás a estar sentada frente a un tablero, con la falda de cuadros y los zapatos, y un corazón que quiere salir huyendo.
Quizás me hacen falta esos finales, esa sensación de que la vida es una serie con final de temporada y luego un largo verano, no una repetición de días y días, no una repetición de días y días, no una repetición de días…

El colegio, y en general los ritos académicos, nos acostumbran a esos ciclos tan predecibles y tan cómodos, y es por ello que cuando somos adultos, despistadísimos adultos, todo es caótico pues no contamos con esas delimitaciones de las que hablas. Sí, también lo he sentido. Pero creo que este es un nuevo aprendizaje, el de aprender a tener ciclos más orgánicos, que sólo puede establecernos el tiempo y nuestros actos.
Andas muy adultocontemporanea, Ausencia. 😉
¡Un abrazo!
Osmar! No sabes lo que me reído con lo de que ando muy «adultacontemporánea» últimamente, no sé si ofenderme, sentirme vieja jajaja… creo que exijo una explicación. Sobre los ciclos, tienes toda la razón, aunque para mí no estaría mal sentir que constantemente me estoy despidiendo de algo para siempre. En fin… Un abrazo para ti también!
En cierto sentido nada se repite, cada momento es nuevo y la oportunidad de volverlo a vivir, distinto, o mejor, es de las mejores cosas que nos da la vida.
Eso es cierto, querido anónimo. Yo no pretendía decir que la vida los momentos de la vida son aburridos, solo que a veces extraños esos momentos donde claramente está el final de algo, de lo que sea. Feliz día!
Me pasa igual, reina, estoy esperando un final y un principio, un principio y un final… Igual ya han tenido lugar y me los he perdido 😦 Y me pierdo la esperanza,¿dónde estará?
Siempre un placer leerte, te llevo conmigo a meditar. Un beso.
Ana, me alegra saber que no solo me pasa a mí, que somos muchos los que seguimos esperando principios y finales, principios y finales… Me alegra mucho verte de nuevo por aquí! Un saludo 🙂
Cuando la monotonía se pega a la piel… ¿qué se debe hacer? Suena muy utópico lo de salir corriendo porque la realidad es mucho más cruda que eso. Supongo que a pesar de los tediosos días, siempre queda la esperanza de un cambio. Y sino, se tendrán que escribir los finales a mano.
Me alegra saber de ti otra vez Ausencia. Un beso.
Me gusta tu blog, lo visitare mas seguido.
Leyendo tu entrada anterior, creo que entiendo lo que sientes. No sientes un final porque no lo hay. Es más fácil sentir el final de algo, del amor, cuando hay motivos para el odio, o el resentimiento. Tu simplemente sigues queriendo, lo mismo, solo que ya no quieres junto a el otro.
Gracias Cofi, visitaré el tuyo!
Imaginativa, no había visto este comentario. Sí, ya sé que no se puede salir corriendo, pero sería bueno que sí…
Exacto Anónimo, mejor no lo podrías haber dicho. Un saludo!