Entre Ausencia y yo

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«Cuando nos conocimos, me dibujaste una imagen tuya en mi cabeza ,» me dijo, escondiendo las manos en los bolsillos. «Te pintaste como la niña auténtica, relajada… yo creí que contigo todo sería tan fácil de llevar…»

Se detuvo unos segundos y miró al suelo, yo sabía que tenía miedo de herirme, pero mantuve mi mirada fija en su frente, quería que siguiera hablando.

«Pero cuando el tiempo comenzó a correr, de repente me daba cuenta que no eras todo eso que habías dicho ser…»

Me quedé en silencio.

Hoy, tarde callada y lluviosa de domingo en la Fría Ciudad, se han mezclado sus palabras con mi última entrada y entonces he entendido.

A veces soy más Ausencia que yo misma, pero nadie lo sabe. Aparento ser fuerte, risueña, segura, a quién no le importa nada. Y mientras intento mantenerme en pie, es Ausencia la que se derrumba, porque ella no tiene miedo de caer, no esconde que la vida le va dejando heridas.

Ausencia Silenciosa es el viento que se cuela entre los zapatos de una multitud fría y dormida. Es silencio, ojos abiertos, miedos e inseguridades.

Y yo, la que tiene los pies en la realidad, soy como esas fotos en donde se sale sonriendo, pero por dentro todo se está muriendo.

Supongamos que marco su número y le digo:

«Si, la verdad siempre lo hago. Creo una imagen de mí para parecer más fuerte, para ser más aceptada,» imagino su silencio. «Pero escondo la faceta más sensible, la que tiembla junto con cada dolor que trae la vida.»

Pero es que, no lo puedo hacer, porque lo que hace a Ausencia ser Ausencia es estar ausente del mundo real, acurrucarse detrás de las letras de un blog.

Sin título

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A veces no sé si me quieres, muchas veces no sé si te quiero. Flotamos uno junto al otro porque allí caímos.

Cuatro semanas atrás tú no pretendías cogerme la mano y yo menos quedarme con ella, pero de alguna manera pasó. Dejamos que el tiempo siguiera y las manos se acostumbraron a andar juntas, los dedos a jugar, los besos a pasearse entre los días de lluvia.

Y sé que quedan 4 días en la Fría Ciudad y luego podré escapar.

A veces pienso que sólo para eso soy buena, para correr cuando tengo miedo.

Gracias

Por aparecer en el momento justo y entender que necesitaba un amigo, un abrazo, alguien que me escuchara llorar.

Por no cambiar de tema, no hablar de ti unos segundos y arrancarme con las uñas esta soledad que duele tanto, este dolor que no se quita aunque los meses pasen…

Por limpiar las paredes de mi alma de recuerdos sucios y gastados y fingir que nos conocemos de toda una vida. Por olvidar que hace apenas 2 semanas me sé tu nombre y aún así tratarme como a tu hermana menor.

Y puede que no seamos amigos para siempre, que después de un tiempo no nos volvamos a ver… Pero no olvidaré como anoche me dijiste:

«Tranquila, si quieres puedes llorar»