27 cosas bonitas

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  1.     La ciudad desde su balcón
  2.     Los girasoles
  3.     Caminar con los ojos abiertos
  4.     Que te agarren fuerte la mano cuando estás en medio de una lucha de gigantes
  5.     Los anuncios de Spotify a las 4 de la mañana
  6.     Los ojos azules (o verdes)
  7.     Snow Patrol
  8.     Orgullo y prejuicio
  9.     Esas canciones que nos gustan y nunca se las mostramos a nadie más.
  10.     Las conversaciones de toda la noche, acompañadas de vino
  11.     Los besos en medio de la lluvia, en la ubicación estratégica
  12.     Las cicatrices como historias para contar
  13.     Axl Rose
  14.     Que te duela la cabeza cuando quieres preguntar algo realmente importante
  15.     Cuando nos podemos reír de las cosas malas, de las caídas que duelen
  16.     Ser adultos, poder remplazar la comida por papas y crispetas
  17.     Los besos largos (y los corticos)
  18.     Que te toquen guitarra (así no sepan del todo cómo)
  19.     Ver un montón de capítulos seguidos de How I met your mother
  20.     Que te digan que estás bonita
  21.     Las personas que no tienen miedo de verte llorar
  22.     Decirle al mundo que no somos amigos
  23.     Los hombros cómodos para dormir
  24.     Que te acompañen a buscar a Dios
  25.     Cuando casualmente a la alarma del celular se le olvida sonar
  26.     Las personas que te sorprenden
  27.     El número 27

Cuando las obsesiones…

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Hace una semana estaba al borde de una crisis crónica de aburrición en la tienda. Era un domingo lluvioso y al parecer todos los clientes habían decidido pasar la tarde debajo de cobijas calientes y un televisor prendido.

Lejos de las voces de los 5 morbosos asesores hombres con los que me tocaba lidiar cada fin de semana, recostada contra un pequeña silla, miraba la vitrina e intentaba pensar en cosas, en lo que fuera. Quizás en el reencuentro del jueves anterior, en los adioses que tanto se idealizan y al final no son más que delirios de historias, pero nada se quedaba en mi cabeza.

Entonces uno de los asesores, el que me enseñó que los hombres evalúan los atributos de las mujeres basándose en la altura de los tacones y el tamaño del trasero, puso su USB en el computador de la tienda. Todos se reunieron alrededor el viejo computador y yo terminé por acercarme.

Tenía un largo playlist de las canciones que más le gustaban y algunos videos. Algo de Nirvana, Metallica, quizás Tracy Chapman y Led Zeppelin. Nada que me disgustara, nada que conociera demasiado. Desobedeciendo las órdenes de la empresa, el cajero cambió la monótona «música oficial de la marca» y llenó la tienda de rocksito. Algunos clientes entraron y yo me fui a atenderlos.

– ¿Tienen chaquetas de cuero?

– Si claro, todas las que están ubicadas a este lado son las de hombre, y estás son las de mujeres.

– Oh, ¡qué lindas están! ¿qué precio tienen?

Se lo dije, y el cliente salió corriendo de la tienda. Siempre sucedía. El caso es que volví a la caja, y empezaba un video de Guns n Roses, grupo que casi no conocía. Los demás asesores atendían y yo, sin nada más que hacer, fijé los ojos en la pantalla sin mucho interés. Alguien silbaba…

Shed a tear ‘cause I’m missing you
I’m still alright to smile
Girl, I think about you everyday now

Y entonces… ¡No puedo explicarlo! Me perdí, por 4 minutos se me olvidó todo lo que sucedía alrededor. Los otros vendedores se hacían millones y yo, con los ojos clavados en un rockero pelilargo, con pañoleta alrededor de la frente y brazos llenos de tatuajes…

Pasé toda la semana en un enamoramiento crónico, fue mi retorno obligatorio a la adolescencia cuando no se quiere crecer, ni salir de la Universidad, ni pensar en dónde trabajar. Me aprendí todas las canciones del grupo, compré un gran afiche que pegué en la puerta de mi habitación y cambié a todos los amores que alguna vez tuve por un Axl Rose que sacó un video el mismo año que yo nací.

– ¿Qué es lo que te pasa, Ausencia? ¿No ves que ese tipo tiene casi cincuenta años, está gordo, feo y gastado? – me dijo un primo riéndose de mis últimos tweets.

– ¡Pero es que yo me he enamorado del que silba en Patience, 21 años atrás! – le respondo, muy indignada.

Pero a escondidas, sin que nadie se de cuenta, yo también me rio de mí misma y de mi absoluta incapacidad de enamorarme de seres humanos reales y remotamente alcanzables.