Aurora

La miro y siento que la he visto antes. En otro tiempo, en otro lugar. Le gusta que le hable, aunque apenas tenga dos meses, sonríe con la boca muy abierta y yo siento que la he visto antes, juro que la he visto antes. No me pasó con Gabriel que llegó una mañana de diciembre y era tan nuevo, tan mono, tan ojiazul, tan una cosa que jamás habría podido inventarme. Gabriel miraba los árboles, las sombras, los ojos de los gatos.

Ella en cambio me mira y me mira, y creo que también siente que me ha visto en algún lado. Luego duerme toda la mañana, las manos extendidas sobre la cama, y yo la sigo mirando a ver si me acuerdo dónde fue que la vi.

Quizás es porque nos parecemos un poco o, mejor dicho, la bebé que fui se parece a ella. He pasado la vida, sin sospecharlo, repasando su rostro en álbumes de fotos reveladas de rollo y videos de VHS. Hace unas semanas papá me mandó una foto: mi abuela con una bebé entre los brazos. Mi abuela me carga a mí y al mismo tiempo a la hija que tendré 33 años después.

Qué extraño que ahora nos parecemos tanto pero seguirá andando la vida y cada día será más ella. Le dolerán cosas que no me dolieron a mí y la harán reír otras que tampoco, y la vida se irá dibujando en su rostro como un mapa diferente al mío.

Deja un comentario