Ella

TAMAÑO-MATIZ

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Ahora que caminas a mi lado, quiero hablarte de alguien que quizás ya has visto.  

Ella es de color amarillo. Es un fantasma de color amarillo y siempre está un paso detrás de mí. Se queda muy callada cuando me rodea la gente, pero cuando estoy sola, se sienta junto a mí y me mira de reojo.

A ella le gusta esperarme en las esquinas de los días lluviosos, en los sueños o detrás de algunas canciones.  A veces me hace llorar, la fantasma amarilla, porque no logro entenderla. No está allí con los recuerdos pasados ni cuando el presente me hace daño.  A veces no tiene argumentos, ni deseos, pero siempre sigue ahí, sentadita en la banca de mis silencios.

Pero hay noches, como la que viviste ayer, donde ella sale de su escondite y revienta mis pupilas. Entonces me quiebro, me rompo.

No tienes que hacer nada, solo quédate algunos minutos allí y déjame esconderme de ella en tus hombros.  

A veces

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A veces me da miedo que te des cuenta del tamaño de la tristeza que cargo. La que flota sobre mi cabeza cuando estoy en un grupo y todos ríen, mientras sonrío y me encojo. Esa de los domingos en las tardes calladas, entre la cama y la ventana. Esa del nudo, la lluvia y el bus en las mañanas.

A veces me da miedo que veas la tristeza entre mis uñas y la facilidad en la que me quiebro como vidrio. Prefiero tomar los pedazos y pegarlos sentada en el suelo de mi habitación en la fría ciudad.

Es muy pronto para que me veas como soy, temblando. Pero me canso. Me canso de estirar y estirar la sonrisa de los 12 años. Ya te deberías haber ido, para poder quedarme irreal en ti, ser tu Poli para siempre paralizada en la perfección.

Solo quisiera explicarte que a veces me doy el lujo de temblar ante la vida y hay días que dejo que me duelan. Siempre quiero llorar porque necesito ver el mundo empañado para poder crearlo, o verlo tal cual es.

Pero no, aún no quiero que lo sepas, solo que ya no encuentro dónde esconderme. Vas escarbando dentro, tumbando cal y polvo. Un parte de mí no deja de correr por los pasillos y esconde en las esquinas el nudo que se forma en la garganta cuando llamas en un día triste.

Otra quisiera detenerse.

Hablar de otras cosas

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Hablar de otras cosas
del viento que mueve las hojas de la plaza del pueblo,
la paloma volando encima de mi cabeza,
del sol sobre la hoja en la que escribo.

Hablar de otras cosas,
de la tranquilidad fingida en la que viaja mi lapicero,
mi espalda contra la iglesia blanca,
las uñas de mis dedos que debería ya cortar…

Hablar de otras cosas,
escribir de otras más,
para callar la piedra en la garganta que quiere explotar,
ahogar recuerdos de lágrimas ajenas
– dolores compartidos –
para no mirar a la iglesia blanca detrás de mi espalda
quemándome la piel.

Hablar de otras cosas,
escribir de otras cosas,
buscando silenciar las demás.