«¿Tú qué piensas que haría una madre si viera a su bebé peinándose con un cuchillo?» Me preguntó Gabriel al verme triste
«Pues obviamente pegaría el grito en el cielo y se lo quitaría de las manos» Respondí alzando la ceja antipáticamente.
«¿Y si estallara en llanto de dolor al ver que se lo quitabas?
«Pues simple, le entregaría mejor una linda peinilla para que se peinara con ella»
«Pues bueno, no estés triste… así actuó Dios contigo, te vio jugando con cuchillos y pegando el grito en el cielo, te los quitó»
«Pero… yo quería a mis cuchillos, así me hicieran llorar»
«Pues ten paciencia, ya vendrá Él corriendo a entregarte una peinilla»
Me quedé pensando el asunto por unos cuantos minutos, luego le respondí:
«Ay Gabriel, pero eso de la peinilla no basta… más le vale que me traiga tremendo cepillo masajeador!»
Gabriel comenzó a reir y juntos seguimos caminando mientras el día caía a lo lejos. De repente lo supe, él era la peinilla que Dios me mandaba del cielo.
Sonreí 🙂 y decidí que ahora sería mi amigo.